viernes, 1 de julio de 2016

2. Fundamentos psico-espirituales del conflicto religioso colombiano

El hecho religioso es, en esencia, un aspecto exclusivo del ser humano y está íntimamente relacionado con el aspecto emocional o psíquico de las personas.

Aunque no se han publicado amplias investigaciones con respecto del estado psico-espiritual de los colombianos, una de las verdades de las que se habla en voz baja mencionadas anteriormente es, justamente, el hecho de que el alma colombiana esta enferma.

 El síntoma de esta enfermedad psico-espiritual es el conjunto de inseguridades como consecuencia histórica de más de 500 años de opresión y sometimiento legitimados en nombre de la fe que se impuso en América Latina.

En lo que respecta a lo psico-religioso, los colombianos son herederos de un sentimiento de sometimiento y de temor a la institución de fe que representa su credo, esto sin importar la denominación en la que las personas se congreguen.

La razón de esto es la fusión entre la institución religiosa y el poder público que condicionó a las conciencias del pueblo para obedecer ciegamente; durante el dominio español este control psico-espiritual se difundió bajo el slogan “estar en contra del Rey es estar en contra de Dios”, y posteriormente se transformó en “confrontar al Estado es estar en contra de la Iglesia”.

 De esta manera se le dio al poder público el carácter sagrado que se mantuvo, incluso, hasta la segunda mitad del siglo XX. Se tiene, pues, dos sentimientos consecuentes en el alma religiosa del colombiano: el temor a perder el control moral y el temor a la libertad; la paranoia apocalíptica o la auto glorificación neurótica personal o congregacional desencadena la neurosis obsesiva, el trastorno psicológico más representativo de una fe basada en acontecimientos mágico-místicos y el extremismo doctrinal.

El reverendo Sun Myung Moon enseña al respecto: “una fe que se basa en milagros y manifestaciones místicas no es una fe saludable” (Moon 2009,159); en una entrevista radial en el año 2003, el erudito argentino Marcos Aguinis expresaba: “la gente que le tiene miedo a la libertad se aferra al fundamentalmente”.

Así pues, y siguiendo los lineamientos del psiquiatra Robert Jay Lifton, la sublimación de los contenidos doctrinales (presentados como venidos del cielo y por ello su análisis científico se prohíbe) lleva a la satanización de la reflexión crítica anulando el cuestiona miento (Lifton 1963). El rabino Noaj Weinberg afirma al respecto: “hay que cuidarse de cualquier sistema que desalienta el cuestiona miento; cualquiera que desaliente la posibilidad de preguntar está temeroso de que se pueda descubrir la falsedad de sus creencias” (Weinberg 2009).

La des-calificación del otro que no cree y reza igual se agrava cuando el púlpito, los contenidos doctrinales o la autoridad del ministro de culto son usados para agredir a todos aquellos que no se someten a la doctrina y la autoridad de dicho líder religioso, conducta que muta en un trastorno que en la psicología religiosa se conoce como necrofilia… legitimando así y sacralizando el exterminio del otro que no hace parte del grupo religioso, del que está fuera del grupo de control, del que es señalado como rebelde, hereje, apóstata, secta, anticristo, verdadero o falso ministro.

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