El hecho religioso es, en esencia, un aspecto exclusivo
del ser humano y está íntimamente relacionado
con el aspecto emocional o psíquico de las personas.
Aunque no se han publicado amplias investigaciones
con respecto del estado psico-espiritual de los
colombianos, una de las verdades de las que se habla
en voz baja mencionadas anteriormente es, justamente,
el hecho de que el alma colombiana esta
enferma.
El síntoma de esta enfermedad psico-espiritual es
el conjunto de inseguridades como consecuencia
histórica de más de 500 años de opresión y sometimiento
legitimados en nombre de la fe que se impuso
en América Latina.
En lo que respecta a lo
psico-religioso, los colombianos son herederos de
un sentimiento de sometimiento y de temor a la
institución de fe que representa su credo, esto sin
importar la denominación en la que las personas se
congreguen.
La razón de esto es la fusión entre la
institución religiosa y el poder público que condicionó
a las conciencias del pueblo para obedecer ciegamente;
durante el dominio español este control
psico-espiritual se difundió bajo el slogan “estar en
contra del Rey es estar en contra de Dios”, y posteriormente
se transformó en “confrontar al Estado es
estar en contra de la Iglesia”.
De esta manera se le
dio al poder público el carácter sagrado que se mantuvo,
incluso, hasta la segunda mitad del siglo XX.
Se tiene, pues, dos sentimientos consecuentes en el
alma religiosa del colombiano: el temor a perder el
control moral y el temor a la libertad; la paranoia
apocalíptica o la auto glorificación neurótica personal
o congregacional desencadena la neurosis obsesiva,
el trastorno psicológico más representativo de una fe basada en acontecimientos mágico-místicos y
el extremismo doctrinal.
El reverendo Sun Myung
Moon enseña al respecto: “una fe que se basa en milagros
y manifestaciones místicas no es una fe saludable”
(Moon 2009,159); en una entrevista radial en
el año 2003, el erudito argentino Marcos Aguinis
expresaba: “la gente que le tiene miedo a la libertad
se aferra al fundamentalmente”.
Así pues, y siguiendo los lineamientos del psiquiatra
Robert Jay Lifton, la sublimación de los contenidos
doctrinales (presentados como venidos del
cielo y por ello su análisis científico se prohíbe) lleva
a la satanización de la reflexión crítica anulando
el cuestiona miento (Lifton 1963). El rabino Noaj
Weinberg afirma al respecto: “hay que cuidarse de
cualquier sistema que desalienta el cuestiona miento;
cualquiera que desaliente la posibilidad de preguntar
está temeroso de que se pueda descubrir la falsedad
de sus creencias” (Weinberg 2009).
La des-calificación del otro que no cree y reza igual
se agrava cuando el púlpito, los contenidos doctrinales
o la autoridad del ministro de culto son usados
para agredir a todos aquellos que no se someten a la
doctrina y la autoridad de dicho líder religioso, conducta
que muta en un trastorno que en la psicología
religiosa se conoce como necrofilia… legitimando
así y sacralizando el exterminio del otro que no hace
parte del grupo religioso, del que está fuera del grupo
de control, del que es señalado como rebelde, hereje,
apóstata, secta, anticristo, verdadero o falso ministro.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario